lunes, 29 de julio de 2013

GRAN CANARIA, EL DESCANSO

Logro mantenerme despierto para no perder el avión. Una vez en mi asiento, intento ahora no provocarme un esguince de cervicales por los cabezazos que voy dando. Aterrizamos en Gran Canaria. Allí me espera el relevo de ángel guardián (Sergio y Yohana me asisten). Charla, cena y al fin un sueño reparador. Logro dormir unas seis horas, las suficientes como para que mis sensaciones al levantarme sean mucho mejores que aquellas con las que me acosté.
Animados, desayunamos y salimos rumbo a san Felipe, para comenzar a atravesar la isla desde la desembocadura del barranco de Azuaje. Sergio me acompañará en algunos tramos.
Sergio aparcando la furgo con las indicaciones de Yohana

La subida hasta los Llanos de la Pez fue cómoda, más de lo pensado, logrando correr en casi todos los tramos. El simple hecho de haber empezado, sin tener que sobrellevar otra noche más de carrera era motivo extra de empuje.
La carrera se alternaba con los gritos de ánimo de Sergio y Yohana, con los bocadillos de lomo, los dátiles, el chocolate y otros mecanismos del estilo para mantenerme en movimiento.   A partir de ahí, tocaba hacer de tripas corazón y concentrarse en no permanecer mucho tiempo sentado en la silla que me esperaba en cada parada.
A partir de Pargana comenzaba la concentración.  Cómo un sendero tan bonito como el de La Plata puede provocar tanto malestar (solo físico, las vistas y la zona sigue siendo espectacular para los demás sentidos). Mis tendones parecen haber perdido toda su elasticidad y siento que tengo los músculos atados con verguilla a sus inserciones. Es momento de cambio a las maximalistas, ya mi poder amortiguador ha desaparecido.
Caigo en un bache de sueño, y cansancio que acentúa mi percepción de dolor. Tranquilo por saberlo parte del juego del correr en largo. Mi gemelo empieza a dar un poco más de lata, siento un picor pero no le doy mayor importancia y desaparece al poco. Sergio se une desde Tunte hasta Fataga corriendo y después en bici hasta Maspalomas. Entre charlas, y sonidos varios llegamos a la machacadora del barranco de los Vicentes. Noto el picor nuevamente y consulto con Yohana. Decidimos que es conveneinte quitarme la media compresiva que llevo desde hace horas. La piel tiene mal aspecto y a ambos nos recuerda a los síntomas de una erisipela (infección). Limpiamos la piel y la untamos con vaselina para intentar formar una barrera física que proteja la piel de más suciedad y polvo.
El faro de Maspalomas estaba a unos cinco o seis kilómetros, pero yo hacía rato que había llegado (estaba tranquilo, y mis expectativas cumplidas). Aun así, y cayendo ya la noche, cargo el frontal, y doy el último aliento. Sergio me indica, pues no me manejo por la zona. Localizamos un carril bici que nos conduce directo al faro.
Sur.

FUERTEVENTURA, INTERIOR

A las siete de la tarde del viernes, me reúno con Susana, que me traslada a casa de Marisa (otro de mis ángeles de la guarda), en donde me ducho, duermo dos horas, ceno y preparo nuevamente la riñonera. Volvemos a la playa, al mismo punto en el que había terminado la primera etapa. Doce de la noche. Frontal en la cabeza, GPS en marcha (José me había pasado el track de la ruta que había diseñado para una experiencia anterior -3 islas, 5 sueños, 1 aventura-. Lanzarote y Gran Canaria las conozco suficientemente bien, pero Fuerteventura, sin GPS y de noche supone pérdida segura.
Pues ni con GPS, ni con el faro de Maspalomas que llevaba en la cabeza “aluminándome” pude evitar perderme varias veces. Esa sería la constante durante la noche, o bien perdía señal el GPS o bien la perdía yo. El cansancio me impedía concentrarme, si me perdía intentaba volver al camino mirando la pantalla del GPS, pero entre la oscuridad y tantas pistas y caminos de tierra se hacía difícil a veces; ni  mirando las fotos que saqué con el móvil a la ruta en el google earth me ayudaba mucho, las miraba y no era capaz de analizar nada, lo mismo me daba mirar esa foto que una de mi primera comunión, una sensación extraña. Llamo a Susana para decirle que me retraso (sobre la hora estimada de llegada a la furgo), me tranquiliza y me da indicaciones sobre cómo llegar por carretera. Seguimos en marcha.
El cansancio ya estaba haciendo de las suyas y no estaba para muchos bailes, así que en la parada de Tuineje, decido entrar en la furgo y dormir media hora (Susana pone el despertador, pues si no es así ni se levanta ella ni lo hago yo). Media hora de recuperación (con esta suman unas dos horas y media las que he descansado en dos días), bendito sueño…..hasta que suena el despertador. Me levanto, cargo la riñonera, salgo de la furgoneta y comienzo a tiritar , más de cansancio que de frío. Retomo la carrera como si fuera el bicho ese del señor de los anillos, encogido y retorcido hasta que logro entrar en calor y adaptar el umbral del dolor de mis articulaciones.
Llegada este punto, la carrera se convierte en una especie de evasión mental permanente. Las molestias y dolores parecen intensificarse si son mi único tema de pensamiento, así que me procuro ir hilvanando pensamientos para mantenerme  tranquilo.
El cansancio, las sobrecargas, las molestias, la falta de concentración y la frustración tras cada equivocación en la navegación modifican mi humor y hace que todo me duela más (los juegos de la mente).
Necesito una parada más larga de lo habitual. Noto que he de hacer paradas cada menos tiempo y más largas. Llegar al barco a la hora necesaria se complica aún más.
Paramos en algún pueblo de cuyo nombre no me acuerdo (no es en ningún lugar de La Mancha). La furgo está ahí, me alegra verla. Charlo un rato con Susana acerca de mis sensaciones, y se dispone a prepararme un desayuno diferente, necesito cambiar el sabor dulce de los geles (por cierto, probé unas hidratos salados con sabor a sopa de pollo que me sentaron muy bien) y me prepara algo de pan caliente con queso y un café. En un momento se me ocurre que porqué tanta prisa por llegar, cuando una de las razones por las que me atrae este formato de carrera es porque no hay hora de llegada, no hay cierre de control. Pienso en otras opciones y le pido a Susana que averigüe si hay vuelos a GC y la hora de salida (curiosamente ella se había planteado o mismo..
Cargo mis alforjas, mi estómago y mis ánimos y parto hacia El Cardón. Continuo por un sendero y en ese momento me llama Susana para comentarme que hay vuelos disponibles, el último a las nueve y veinticinco de la noche. Una inyección de ánimo, se disipan mis dolores, amplio mi zancada, disfruto más aún de la carrera (lo de antes, los juegos de la mente).
A partir de aquí el día transcurrió tan tranquilo como sufrido. Muchas horas en acción y pocas, muy pocas de descanso. Desde La Pared retomé el asfalto hasta costa Calma, con un atomizador de agua en la mano para ir refrescándome.
Llegué a un punto en el que sentía que correr me estaba haciendo daño.
Última parada en la playa de risco del Paso, cerca de Jandía. Disfrutando de almuerzo tranquilo, con tertulia, con buena compañía.

Ahora tocaba apretar los dientes y dar el último empujón. Mi amigo José se acerca en bicicleta a buscarme a unos cinco o seis km de Morrojable. Charlamos mientras avanzamos y me anima. Ahora solo queda la avenida y fin del trayecto en Fuerteventura.
Con el tiempo justo para volver a casa de Marisa, ducharme, comer algo, preparar el equipaje y salir hacia el aeropuerto.
Una isla más en mis alforjas, un gemelo y un trillizo (mi gemelo hinchado).

LANZAROTE, LA CARRERA TRANQUILA

Medianoche. Con los primeros segundos del viernes comenzamos a sumar las zancadas rumbo al sur.
Tras despedirme de mis ángeles de la guarda Natalia y Susana, que estarán asistiéndome durante toda la noche, salgo de Órzola bajo una luna clara, brillante y sobre un mar en calma. Una luna que, junto con Fer (me dejó el frontal), iluminarán mi camino. Primera parada: Arrieta. Las sensaciones y la noche son muy buenas, y llegar a cada parada, a cada asistencia supone una alegría.
Natalia y Susana, mis ángeles de la guarda.

Dispongo de asistencia  hasta las siete de la mañana , así que cuadramos las paradas a lo largo del camino de manera que solo tenga que llevar encima un riñonera con dos cacharras y unos pocos geles, a partir de esa hora tendría que cargar mochila con todo lo necesario para afrontar los últimos kilómetros de Lanzarote y los que pueda sumar de Fuerteventura.
A las seis y media, llego a Puerto del Carmen, las chicas duermen en la furgoneta, las despierto y comienza el zafarrancho. Me preparan café, charlamos. Cambio riñonera por mochila, cacharras por camelback, meto muchos geles, crema solar, tape, etc. Nos despedimos y sigo rumbo. Llego a Femés sobre las ocho de la mañana y voy al bar que veo abierto para descansar mientras tomo algo. Último empujón y llego al muelle de Playa Blanca a las diez de la mañana.
A las once sale el barco hacia la isla de Fuertventura, y aprovecho esa hora de espera para poner las patas en remojo en la playa y para estirar un poco. De la travesía en barco, ni me enteré, tan pronto como subí a bordo caí redondo sobre el primer asiento que encontré y no desperté hasta el atraque. Desde que me levanté el jueves para ir a trabajar, no había dormido nada, y en este tipo de experiencia, el cansancio es mala compañía.
Tan dormido como contento, bajo del barco y hago un planning mental de lo que he de hacer ahora. A saber: las piernas siguen conmigo –y en buen estado-, tengo en la mochila lo necesario, he de comprar agua, conectar el GPS y ponerme en marcha. Allá voy Fuerteventura, allí me derrito….fuerte calor.  No me había alejado ni cinco km del muelle y ya había tenido que parar tres veces a comprar líquido para beber y refrescarme. Mucho calor, además el viento me daba en la espalda, por lo que con la mochila puesta no me refrescaba nada de nada, debiendo parar a veces para ponerme de cara.
Si Lanzarote había sido tranquila, Fuerteventura se presentaba sin darme tregua.  Las primeras horas, hasta Parque Holandés supusieron una batalla constante: mantener el ritmo, controlar la hidratación, bajar mi temperatura corporal –mojándome todo el cuerpo, y bajando a la costa para enfriarme la cabeza metiéndola en algún charco- ingerir algún alimento pese a las pocas ganas,  crema solar, vaselina para los rozaduras provocadas por el pantalón empapado,…ni un momento de desconcentración.

Llego a la rotonda de Parque Holandés, localizo el bar que hay allí, y dudo si parar mucho rato o repostar y seguir……veo una piscina, la decisión se vuelve clara!.
Después del descanso y de volver a una temperatura saludable, vuelvo a las andadas. Mi intención es acercarme hasta Caleta de Fuste. Pero la realidad es otra y decido parar en la playa que hay a la salida de Puerto del Rosario, junto al antiguo parador de turismo. 
Muy cansado, por la tirada de km (unos 110 desde que salí de Órzola a las doce de la noche).
Caminando como un hijo fruto de una relación entre Lina Morgan y Chiquito de la Calzada, logro darme un chapuzón y me caigo sobre la arena para esperar a Susana, que viene de camino con su furgo.

jueves, 25 de julio de 2013

¿LO REPITE, POR FAVOR?

Con mucho gusto. ¿recuerdan el reto "3 islas, 5 sueños, 1 aventura"?.
Pues casi, casi. Las islas son las mismas, el formato algo diferente.
Esta vez será un solo corredor, ligero, con coche de apoyo, el que intentará cruzar corriendo Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria. Pero no vayan a pensar.....por el tramo más corto, claro.
A media noche de hoy, se dará el primer paso de este intento. Como viene siendo habitual, un error de planificación ha dado un giro inesperado al planteamiento inicial. En un primer momento, la idea era cruzar Lanzarote para llegar al Sur a media tarde, a continuación pasar a Fuerteventura para descansar unas 6 - 8 horas y atacar su longitud pensando que el barco del sábado desde Morrojable hasta Gran Canaria salía a las siete de la tarde.......pero sale a las cuatro. Por lo que esas horas de diferencia hacen que la cosa cambie. Así pues, adelantamos la salida a la media noche de hoy, para llegar a Playa Blanca con más tiempo y poder avanzar todo lo posible la tarde noche del viernes en tierras majoreras. Así el sábado habría menos distancia que recorrer, aumentando las posibilidades de coger el barco. En caso de no llegar a tiempo, habría que esperar a las nueve de la mañana del día siguiente, retrasando la salida de la etapa en la isla redonda.
Intentaremos contarles los pasos cada vez que podamos.